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Resiliencia

Resiliencia

No cabe duda de que en el mundo ideal el ferrocarril sería el medio de transporte terrestre más utilizado para mover los contenedores desde o hacia las terminales del recinto portuario.

Seguridad, capacidad, fiabilidad, planificación, eficiencia energética son algunas de las características que lo hacen partir con ventaja con respecto al transporte por carretera.

Además, ha contado y sigue contando con ingentes cantidades de dinero inyectado por los diferentes organismos públicos, siguiendo las directrices marcadas por las políticas de Bruselas. Inicialmente enfocadas a descongestionar las vías de circulación y en la actualidad poniendo el énfasis en la descarbonización y sostenibilidad.

Sin embargo, en el mundo real, basta con repasar las estadísticas de los últimos años para comprobar que los movimientos en este medio de transporte en el puerto de Barcelona siguen estancados en cifras de hace una década.

En el año 2016, la cantidad de teus anuales transportados en ferrocarril respecto a la cantidad total registrada estaba alrededor del 10%, (2.236.960 vs 225.966) cuando en el año 2022 esa cantidad no consiguió alcanzar el 8%. (3.522.944 vs 265.560).

El déficit de infraestructuras se traduce en congestión y retrasos. La capacidad y la falta de flexibilidad en horarios son factores que son observados al detalle por el cliente a la hora de decidir que medio utilizar.  La falta de digitalización incide negativamente sobre la trazabilidad y control de la mercancía una vez es entregada al operador ferroviario.

En definitiva, si la distancia a recorrer no es superior a 500 km o el envío es urgente, la decisión sigue decantándose por seguir utilizando el transporte por carretera, mucho más flexible e inmediato.

Desde el punto de vista del transportista autónomo, la inicial resignación y visión pesimista ha ido transformándose en adaptación y expectativas ante nuevas oportunidades, ya que, salvo contadas excepciones de instalaciones privadas de grandes operadores, al ser el ferrocarril un transporte intermodal, siempre va a necesitar un medio complementario para trasladar los contenedores desde la terminal ferroviaria hasta el destino final o viceversa.

Por suerte, para nosotros, alrededor de un radio de 200 km del puerto de Barcelona, se concentran centros de producción y de distribución que necesitan del transporte por carretera para sus envíos, por lo que el impacto que supuso el crecimiento inicial del ferrocarril fue menor que en otros puertos de la Península.

Mirando el lado positivo, actualmente son relativamente pocos los trayectos largos y eso nos permite sustituir el camastro de la cabina del camión por la cama en el dormitorio del hogar, mejorando los aspectos relacionados con la “conciliación familiar”, y lo pongo entre comillas, ya que es frecuente, que si se quiere tener una facturación aceptable que nos permita cubrir los gastos, se tenga que estar disponible 14 horas diarias.

Los retos a los que nos enfrentamos en los próximos años son muchos, pero destacaría tres en particular: la digitalización, la formación y la transición energética.

Hace escasamente un mes, el cambio de sistema en una de las terminales ha puesto en evidencia la necesidad de revisar los procedimientos establecidos en la generación de documentación y ser más exigentes y rigurosos en los filtros, a fin de evitar que las malas praxis de unos y la ineficiencia de otros, se conviertan en problemas que siempre acabamos soportando los transportistas y la instalación implicada, cuando ese transporte se lleva a cabo. Hay que aprovechar las nuevas tecnologías para simplificar y mejorar los procedimientos, dotándolos de más transparencia y trazabilidad.

En cuanto a la formación, debemos ser más exigentes con nosotros mismos y poner en valor nuestra profesión.  Todo en nuestro entorno son instalaciones estratégicas, y como tales necesitan que el usuario conozca sus planes de prevención, de emergencia, procesos de funcionamiento, etc.   Y esto se puede conseguir exigiendo una formación y acreditación que demuestre que se está capacitado para desempeñar un servicio sin poner en riesgo la seguridad propia y la de los demás.

Finalmente, en cuanto a la transición energética, no va a ser fácil el acceso al vehículo cero emisiones, y seguramente el transportista autónomo será de los últimos en poder acceder al mismo. El camino que recorrer será largo e incierto. Los altos costes de adquisición, las escasas ayudas y las insuficientes infraestructuras auxiliares, son barreras que no nos lo pondrán fácil, pero al final llegaremos.

No, el ferrocarril no nos tiene que preocupar. Igual es este medio de transporte el que tendrá que ir mirando de reojo cuando vayamos incorporando vehículos cero emisiones y podamos estar en disposición de recuperar servicios que una vez dejamos de realizar.

Posdata: Ahora es cuando introduzco este ejemplar en una cápsula del tiempo, lo guardo en la estantería de la oficina y espero hasta diciembre del 2033 para ver cómo ha envejecido.